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    "Volver a encontrarte con tus padres y que tengan la misma edad que tú es una idea fascinante": Al habla Andrew Haigh, director de la magnífica 'Desconocidos'
    Antonio Bret
    Antonio Bret
    -Redactor
    Amante del cine desde que salió del útero materno y de la escritura desde que tuvo uso de razón. Ambas pasiones mezcladas construyeron un personaje que a veces ni él mismo se soporta

    La película, un drama romántico de tintes fantásticos, se estrena mañana 23 de febrero y viene aclamada por la crítica

    ¿Qué ocurre cuando juntamos a dos de los actores masculinos más prestigiosos del momento, y que han participado en series y películas que se cuentan entre lo mejor de los últimos años, con un director con una carrera intachable? Pues que nace una de las mejores películas que vayamos a poder ver este año en cines, un derroche de sensibilidad y emociones a flor de piel: Desconocidos.

    Desconocidos
    Desconocidos
    Fecha de estreno 23 de febrero de 2024 | 1h 45min
    Dirigida por Andrew Haigh
    Con Andrew Scott, Paul Mescal, Jamie Bell
    Medios
    4,3
    Usuarios
    3,3
    Sensacine
    4,5
    Ver en Disney+

    En Desconocidos seremos testigos de una historia de amor, la que nace entre Adam (Andrew Scott, el cura de Fleabag y también guionista de la película, basada en el libro 'Strangers' de Taichi Yamada) y Harry (Paul Mescal, protagonista de la maravillosa Aftersun), ambos vecinos de un edificio prácticamente vacío. A medida que la relación entre ellos se va fortaleciendo, los fantasmas del pasado atenazan a Adam, que decide volver a su casa natal. Para su sorpresa, allí siguen viviendo sus padres (interpretados por Claire Foy y Jamie Bell), tal y como estaban cuando murieron, 30 años en el pasado.

    Un drama con tintes fantásticos que muchos han saludado como una de las grandes últimas obras maestras del cine y dirigido por Andrew Haigh, realizador británico que cuenta en su haber con títulos tan recomendables como Lean on Pete (2017), 45 años (2015) o la serie de TV de HBO Max Looking. A continuación puedes leer una conversación íntegra Haigh a la que ha tenido acceso SensaCine. En ella, el director cuenta un poco más acerca de su nueva película, cuyo estreno en cines se producirá mañana viernes 23 de febrero.

    Esta película ha sido un viaje intensamente personal para ti. Ahora que llega a su punto final, ¿cómo te sientes?

    Andrew Haigh: Me siento bien. Cuando llega el final, quieres que el final sea el fin y pasar al siguiente proyecto. En este caso, me ha pasado factura, para bien y para mal. Pero en cierto modo es lo que necesitas, porque de lo contrario no te implicas de verdad. Así que estoy contento. Estoy satisfecho con el resultado de la película.

    ¿Qué te pareció el libro?

    A.H. Blueprint me envió el libro hace bastante tiempo, unos seis años. Me pidieron que le echara un vistazo y les diera mi opinión. Después supe que varias personas habían intentado adaptarlo a lo largo de los años. Por lo visto, muchos directores lo intentaron, pero el proyecto nunca salió adelante. Creo que eso se debe a que hay una idea central en el libro que es muy interesante: volver a encontrarte con tus padres y que tengan la misma edad que tú. Es una idea fascinante.

    Para mí, la clave fue apropiarme de esa idea e incorporarla a la historia que intentaba contar. Creo que cualquiera que haya leído el libro diría que la película es bastante diferente. La historia original es un cuento de fantasmas japonés más tradicional. Y yo no me atrevería a decir que esta película es exactamente una historia de fantasmas. Lo he convertido en otra cosa y eso es lo que quería hacer. Quería que tuviera vida propia y que fuera original. Quería que la gente no supiera con certeza lo que era real y lo que no, pero, aun así, deseaba que todo pareciera real. ¿Son fantasmas o no lo son? La mejor pregunta es si eso importa. Y en mi opinión carece de importancia y esa era mi intención.

    También quería servirme de la historia para explorar la paternidad y el amor de los padres, así como el amor que hay dentro de una relación y cómo están vinculados. Cómo aprendes sobre el amor a través de tus padres. Y quería explorar lo fácil que resulta que el mundo y el hecho de crecer acaben haciéndote daño. Y hablar sobre encontrar la manera de cerrar esas heridas.

    No solo rodaste la película en el lugar donde creciste, sino que literalmente regresaste al hogar de tu infancia para convertirla en la casa de mamá (Claire Foy) y papá (Jamie Bell). Además, Adam (Andrew Scott) es guionista y es gay. ¿Hasta qué punto el matrimonio de ficción es autobiográfico en la película?

    A.H. Es un matrimonio complicado. No es autobiográfico. Mis padres no murieron en un accidente de tráfico. Esa no es mi historia. Sin embargo, hay otras muchas cosas personales en esta historia. Muchos de los sentimientos y de lo que se habla son tremendamente personales. Se trata de alguien que creció en los años 80 y de cómo esa época era muy diferente si eras gay.

    Ese aspecto es parte de la historia y quería explorar cómo eso complica la noción de familia; cómo la crianza de los hijos se complica al tener un hijo gay y que sus padres no sepan cómo es ese niño en realidad. Es un tema complicado para muchas familias, incluso hoy en día.

    Se volvió personal mientras lo escribía porque tenía la impresión de que entendía muchas cosas. Así que empecé a imaginar una historia que tuviera lugar en la casa en la que crecí. Y después pensé, "¿por qué no intentar rodar allí?" Supongo que soy un poco masoquista, así que quise hurgar un poco en mi vida y ver qué sentiría al volver a mi antigua casa y rodar una película que tiene mucho que ver conmigo. La verdad es que no sé si fue una buena idea para mi salud mental.

    ¿Tuviste dificultades para rodar en la casa?

    A.H. En realidad, el propietario se mostró muy comprensivo con nosotros y sabía que solíamos vivir allí. Me mudé de ese lugar cuando tenía unos seis o siete años, pero solo había habido otro propietario desde entonces. Gran parte de la casa ni siquiera había sido renovada desde aquella época, así que fue como retroceder de verdad al pasado. Fue una experiencia inusual rodar una escena con Andrew Scott en mi antiguo dormitorio. Tener una versión de mí mismo en la cama con padres que no son mis padres, pero que podría ser vista como una versión de mis padres, en su habitación real, fue muy extraño. Fue inusual.

    ¿Encontraste una sensación de catarsis al escribir esas conversaciones entre Adam y sus padres?

    A.H. Definitivamente hubo catarsis. Siento que para muchas personas queer esas conversaciones fueron un trauma por el que tuvieron que pasar. Es muy fácil fingir que no fue así, pero para muchos de nosotros lo fue. Fue algo muy difícil, especialmente allá por los años 80 y 90, pero aún hoy; No pretendamos que ahora sea perfecto para todos. Creo que es muy difícil no ser como tus padres cuando eres niño; sentir que tus padres son fundamentalmente diferentes a ti. Quería explorar eso en la historia, pero también cómo nos sentíamos en aquel entonces, cuando sabíamos que teníamos que decirle a la gente quiénes éramos; eso todavía está dentro de nosotros. Nos lo guardamos dentro. Eso no desaparece repentinamente cuando sales del armario; siempre permanece ahí y encuentra maneras de escaparse.

    De todos modos, no entiendo la idea de salir del armario solo una vez. Lo haces todos los días, cuando coges un taxi, cuando empiezas un nuevo trabajo. Soy públicamente gay y me doy cuenta de que tengo que seguir diciéndose a la gente todo el tiempo. Y eso es agotador. De eso quería hablar, de cómo el dolor que sintió al perder a sus padres se mezclaba con el trauma de saber que nunca supieron quién era en realidad. Quise profundizar en la conexión entre esas dos cosas.

    ¿Cómo describirías tu colaboración con Andrew Scott en este proyecto?

    A.H. No hay nada más catártico y liberador que compartir algo difícil. Es por eso que ir a un club gay puede ser tan impactante cuando sales del armario por primera vez. Es como si todas las personas gais pasaran por una experiencia más o menos similar. Es realmente catártico y liberador hablar de esas experiencias con otra persona que las ha experimentado, porque nos pasamos la vida tratando de fingir que lo hemos superado y de que todos somos geniales, que todo el mundo nos quiere, ¡hurra!

    Me encanta tener esas conversaciones con la gente. Creo que a Andrew también le gustó mucho. Y es sorprendente cómo eso puede influir positivamente en el proyecto. Porque se trata tanto de Andrew como de mí, de mi pareja y de muchas personas que conozco. Yo diría que es autobiográfico porque habla de lo que ha sentido una generación de personas en lugar de tratarse solo de mí.

    En tu opinión, ¿qué papel desempeña Harry (Paul Mescal) en la película, como alguien que representa a una generación más joven que Adam?

    A.H. Creo que los amigos que tengo entre 20 y 30 años son una raza diferente de personas. Han vivido una experiencia muy diferente y hacen que me sienta como un viejo al que ni siquiera pueden entender. Nuestra experiencia es muy diferente, pero enseguida nos damos cuenta de que en el fondo somos más o menos iguales. Es cierto que ahora las cosas son diferentes para la gente más joven, pero sigues siendo diferente a ojos del mundo y debes seguir lidiando con esa diferencia.

    Pero lo más importante es que siempre serás muy diferente a tus padres en un nivel fundamental, y eso ocurre con todos nosotros con independencia de nuestra procedencia o sexualidad. Así que siempre es difícil. Conozco gente más joven a la que le ha resultado muy difícil lidiar con este tema y que se han metido en todo tipo de situaciones en las que llegas a pensar que no todo es tan bonito como lo pintan. Siguen sucediendo muchas cosas que lo hacen difícil. Así que me gusta que sean de una generación diferente en muchos aspectos, pero que, a pesar de eso, se entienden cuando empiezan a hablar y a ser sinceros el uno con el otro.

    Tus padres te hacen la vida imposible y nosotros seguiremos haciendo la vida imposible a nuestros propios hijos. Es algo que no se puede evitar. Para mí era muy importante que la película no juzgara a los padres por las cosas que dicen o por sus actitudes. Las personas actúan de la forma en que el mundo les dice que actúen y todos somos generacionalmente diferentes a nuestros padres. En cierto sentido, Harry también representa ese tipo de diferencia generacional para Adam.

    En el plató, daba la impresión de que montabas las escenas con los actores. Por ejemplo, en la secuencia del restaurante con Adam y sus padres. Fue interesante ver cómo las tomas iban evolucionando en colaboración con el reparto. ¿Qué importancia tiene dejar espacio para ese tipo de colaboración?

    A.H. Me encanta hacer así y creo que sucede en la mayoría de las escenas y en realidad con todo lo que tenga un alcance emocional. Se necesita tiempo para llegar a eso. No ensayo de forma tradicional. No me gusta ensayar. Solo quiero ver lo que sucede delante de la cámara y siempre estoy buscando ese momento que parezca auténtico en la película. Algo que no parezca estudiado, sino más bien que ha surgido así. A veces hay que superar muchas cosas para llegar a ese momento. Algunas veces es necesario que la gente llore hasta la extenuación antes de llegar a eso. Y en otras ocasiones ocurre antes. Nunca sabes cuándo va a ocurrir, así que lo único a lo que aspiras es a tener tiempo suficiente tiempo para que acabe sucediendo.

    Cuando trabajas con actores como Andrew, Paul, Claire y Jamie, sabes qué sucederá. Y cuando ocurra será precioso y muy especial. Solo hay que crear un entorno que permita que suceda.

    Empezaste tu carrera en el sector editorial y sé que has colaborado en varias ocasiones con Ridley Scott, que tiene un estilo único de trabajar. Me pregunto si con esas colaboraciones aprendiste el lenguaje para crear esos momentos.

    A.H. Ridley rueda con cinco cámaras y es sorprendente verlo trabajar. No sé cómo consigue tenerlo todo en la cabeza. Yo no lo soportaría. Pero es cierto que él crea un ambiente que permite que surja la magia. Puedes hacer eso con cinco cámaras y hacerlo de manera rápida y sorprendente, pero yo busco una manera diferente de hacerlo que consiste en dar a los actores un espacio emocional con el que puedan jugar. Es muy difícil. No paro de pensar en eso porque hay muchos momentos en los que llegas al plató y piensas: no estoy seguro de saber lo que estoy haciendo en este momento. Y eso ocurre todos los días. Después interpretas la escena tal como está escrita y piensas: “¿pero cómo va a funcionar esto?"

    Tienes que confiar en que, si has elegido a las personas adecuadas y tienes las conversaciones adecuadas con ellas, sucederá algo que creará algo. Supongo que eso es lo que me da fuerzas para seguir adelante. Yo siempre intento encontrar algo diferente en la interpretación y cuando miro mis películas me parece que muchas de las interpretaciones que he capturado han sido diferentes de lo que los actores suelen ofrecer y eso me gusta. Cuando veo esta película ahora, veo cosas en Claire, Jamie, Andrew o Paul que no necesariamente he visto en otras interpretaciones. Eso me emociona, porque siento que se ha producido una magia que hace que sienta algo diferente.

    ¿Cómo empezaste a conformar el reparto de forma que los diferentes miembros encajaran?

    A.H. Siempre tienes una idea del tipo de personas que quieres y de los actores que podrían encajar. Es complicado porque hay que tener en cuenta quién está disponible, quién quiere hacerlo y quién te gustaría. Esa es la cruda realidad a la hora de hacer un casting. Sabía que iba a ser complicado hacer que la relación entre este hombre mayor y sus padres más jóvenes fuera creíble. Necesitaba una pareja que resultara verosímil.

    Pero cuando ves a Claire y a Andrew juntos, lo cierto es que encajan. Puede parecer raro, pero funciona. Por ejemplo, no me sorprendió que la familia de Claire fuera irlandesa. Y me pasó lo mismo con Jamie y Andrew. Te limitas a jugar con estas ideas y, aparte de que hace mucho tiempo que me gustan esos dos actores, se producía algo extraordinario al emparejarlos con Andrew. Además, a Jamie lo hemos visto crecer ante las cámaras. Lo conocimos como Billy Elliot, y ahora interpreta al padre de alguien que, a esa edad, tienes la sensación de que no era muy diferente a Billy Elliot.

    Me gusta el bagaje que los actores aportan a la pantalla. No se puede erradicar el recuerdo de otros papeles que han interpretado. Eso es imposible. Yo lo acepto con naturalidad. Claire irrumpió en nuestras pantallas encarnando a la reina Isabel II [en The Crown] y aquí es una madre que vive en un barrio de las afueras, y preocupada por su hijo. Y esa diferencia resulta muy interesante.

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